La imaginación al servicio
(de "Historias y Casi Historias") Todavía ni nos encontramos y... ya estoy viviéndolo desde aquí. Ya estoy viéndonos desde aquí, qué sé yo por qué cosa de la imaginación. Caminando de la mano por la costanera sin darnos cuenta quizás de lo feo que pueda estar el río por esa zona y de los que se nos podrían cruzar por esa hora. Hablando de todo eso que nos une y hace que el entusiasmo se apodere del ambiente. Y se nos acorte el tiempo, y se nos alarguen los espacios hacia un futuro que, si bien no se hace explícito con palabras, se esconde tímido y precavido en los deseos personales de esos que nadie sabe, por el miedo de quedar mal parados en el orgullo propio y en el comentario de los demás.
Y ya lo estoy viviendo... Aprender de las discusiones y estremecernos en cada contacto sensorial que puede prescindir de las manos, y el decirnos algo antes o después... Pero no de la mirada cómplice que certifica que hay algo más allá del mundo mundano que nos va acercando, y que tiene que ver con las leyes de la química.
Ya me parece estar redactando esos pactos invisibles que con los días se irán imponiendo para que cada enfrentamiento de posturas se transforme en un complemento enriquecedor que nos esté diciendo: “el mundo no es sólo ese que ve mis ojos”, y así sea el elemento principal para crecer de a dos, como debe ser. O como se dice tanto que debe ser.
Aunque estén las cosas que nunca cambian. Sé que muchas malas costumbres serán dejadas de lado sólo por caer en manos de ese poder infalible que puede lo imposible, al que le pusieron alguna vez AMOR y que hace que uno se sienta bien hasta cuando abandona sin volver la vista ciertos tapujos ocultos no resueltos que más de una vez incomodaron a los presentes y que nunca tuvieron suficientes motivos para ser removidos de una vez.
Lo de vos con Arjona tiene arreglo, lo de Luis Miguel quizás no, pero confío en que algún día entenderás que La Mona es mucho más que saber cantar o no, y sé que aunque me pese toda la vida, aceptaré tarde o temprano que no me dejes escuchar fuerte esas murgas quilomberas cuando demos vueltas con el auto por ahí.
Imagino que estarás de acuerdo algún día en que todo no se acaba en esta ciudad, que también se vive lejos de La Cañada, rodeados de selva o nieve, mientras la cosa siga para adelante. Y que la “gran hoguera” o la “simple salamandra” no bastan para entibiar las noches, si no hay un porqué impaciente apurando el amanecer.
Ya verás que con el tiempo seré más caballero, te dejaré pasar primero, y me va a gustar cenar a solas cada catorce de febrero, y voy a cuidar un poco más la imagen, y hasta estaré dispuesto a escucharte cuando de fondo Sandoval esté luciendo su trompeta para mí. Y hasta llegaré a enojarme si sé que alguien te está seduciendo creyendo que no me lo decís.
Pero si de prever se trata, de cortar caminos y de librar la imaginación al servicio de la coherencia y el buen entendimiento, hago uso y abuso de esas viejas historias que nos cambiarán el humor y que tanto supieron repetir “hasta aquí llego” y “hasta aquí no”:
Por mucho que lo he intentado, no consigo dormir temprano y no hay modo de hacer que recuerde fechas o aniversarios, y no puedo renunciar (ni quiero) a mi inclinación sureña y uruguaya en la música y a mis testarudos intentos de no andar despotricándole a las prepotencias y a las subordinaciones injustificadas.
Sé de sobra que a tus caprichescas escenas necesarias de novela de las cinco de la tarde las despacharé instintivamente con la indiferencia proporcional acorde al grado e intensidad de lo insensato que el libreto del día nos depare.
Y resultaría muy oportuno seguir enumerando detalles sin cuidados que empañarían inútilmente tanta felicidad a punto de dar a luz, sólo por pretender estar preparados y bien parados ante cada gesto inoportuno y cada egoísmo descontrolado que abrirían la brecha y encenderían la mecha lenta y silenciosa del desamor... pero que, seguramente, apagaríamos oportunamente.....
...de no ser por algo que me dice que... ya no sé si habría oportunidad para entender que finalmente no cambiaron las tonteras varias que revelarían lo verdadero de cada uno, y despertar de esa realidad poco imaginada por estos días que nos marcará cuarenta y varios años de porfía inconsciente y del “no tirar la toalla” de la omnipotencia y el desafío eterno que va muriendo junto con el tiempo, y la distancia de ida sola, y el bendito poder de la mente de imaginación pura que me salva una vez más... y que te salva... (aunque no me entiendas un carajo) de vivir equivocados esta sola vida sin reembolso, canje por fallas o mala calidad, o garantía previa...
Córdoba, Argentina, algún día de algún mes de 1997 (más o menos).
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